Y también sentí lo que dolían los pulmones, y la traquea... me hice consciente de todas y cada una de las partes de mi cuerpo a base de sentir dolor, porque cuando te fuiste, empezó a dolerme todo. Incluida el alma.
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Me acostumbré a vivir con el peso añadido de la desesperación; con la rabia de la impotencia y con la impaciencia de un condenado a muerte. Yo sabía que no iba a ser feliz sin ti, así que lo único que me importaba era que pasase rápido el tiempo y se acabase todo. Que quería que se acabase, ahora no lo tengo muy claro, pero en aquel momento era lo único que quería: que se acabase todo.
Que se acabase el dolor supongo, que se acabase el sufrimiento, que se acabase la tristeza y se acabasen las lágrimas. Que desapareciese el insomnio, el mal humor, las dudas, la incertidumbre. Que desapareciese todo lo que me recordase a ti, todo en definitiva.
Te asocié colores, olores, te asocié sabores que inventamos cuando estábamos juntos